domingo, 25 de noviembre de 2007

El arte de educar

Temprano en la mañana, después de abrir los ojos y estirar los brazos, escuche dos vocecillas a lo lejos: era una conversación entablada por dos pequeños de siete y ocho años. El uno le decía al otro: - Y si el mundo fuera de chocolate o de helado.- Inmediatamente el otro decía – mmm – saboreándose y le respondía: - Y, si más bien el mundo fuera de gelatina o gomita.- Los dos pequeños seguían saboreándose. En este momento me di cuenta que las personas están regidas por su temperamento. En este caso los dos pequeños son melancólicos.

En la vida cotidiana, los seres humanos se ven afectados para bien o para mal por el actuar del otro, que influyen en el sentir, pensar y actuar de cada individuo y/o grupo social. El desconocimiento de nosotros mismos y de nuestros temperamentos puede generar conflictos de convivencia, intolerancia y violencia. El ejercicio de la convivencia en los seres humanos es influido por la gran variedad de situaciones a las que se enfrenta en el diario vivir. Los temperamentos son un sello individual y, dependiendo de ellos, se dan las diferentes reacciones ante un mismo problema y/o situación. Estos son el sello individual con el “que venimos desde el cielo,” si se puede decir así. Estos temperamentos son cuatro: Flemático, colérico, melancólico y sanguíneo.

Rudolf Steiner, autor de la pedagogía waldorf, dice que el arte de la educación solo puede ser construido sobre un verdadero conocimiento del ser humano. Para poder conocer al ser humano se tiene que observar todo lo que lo compone. Uno de los aspectos es el estudio de cada composición anímica, es decir, de cuatro temperamentos.

Las escuelas waldorf del mundo, trabajan con estos cuatro temperamentos, logrando que cada niño aprenda dependiendo de sus características.

Al igual que Rudolf Steiner, Lothar Voguel nos cuenta que los temperamentos son muy importantes para el desarrollo del niño durante la educación. Además, nos habla de su experiencia como médico de una escuela waldorf en Alemania.

Los temperamentos son diferentes, por lo tanto tienen características distintas.

El temperamento flemático juega el papel del agua en la naturaleza, humedece, fluye, lo impregna todo y lo vivifica. Por esto su elemento es el agua; su color es el verde. Se caracteriza por ser un amigo fiel, diplomático, planificador, su sentido del humor es fino, es tímido, pacifico, frío, poco dinámico. La edad de este temperamento se ve marcada en la lactancia y vejez, edad en la cual la contemplación y la tranquilidad están muy presentes. El temperamento sanguíneo es lo contrario al flemático; este temperamento es de continuo movimiento y distinguido por su versatilidad por lo tanto su elemento es el aire; el color que lo caracteriza es el amarillo por su alegría y luminosidad. Este temperamento es muy extrovertido, tiene cambios de humor muy rápidos. Vive en el presente olvidándose del pasado y no prestándole atención a lo que pueda suceder en un futuro, es un líder del momento y goza la vida al máximo. La voluntad de este temperamento es débil por sus cambios constantes de ánimo; además es impaciente y muy optimista. Lo rige la sangre recién oxigenada, por esto es que le cuesta trabajo quedarse quieto. Es el temperamento de la alegría, belleza, festivo y arte. El temperamento sanguíneo se ve muy claramente de los siete a doce años. Mientras que a los tres y veintiún años, el temperamento colérico es el que rige. Su elemento es el fuego por esto su naturaleza es flameante y caliente. El color que caracteriza a este temperamento es el rojo, color imponente y fuerte. La mayoría de las veces este temperamento quiere ser el líder para poder ejercer su dominancia sobre los demás, esto se debe a que es muy seguro de sí mismo; es perseverante, tenaz, y autosuficiente. En ocasiones puede ser muy cruel y franco. En cambio, el temperamento melancólico se preocupa por las dolencias de los demás seres que se encuentran a su rededor. Su elemento es la tierra y su color el azul. Tiene talento para lo artístico, deportivo o musical; la mayoría de las veces es el más inteligente de la casa. Por ser un poco desconfiado, este es muy minucioso y analizador. La adolescencia es donde se puede ver reflejado a este temperamento.

Los maestros de escuelas waldorf se basan en el temperamento de cada uno de sus alumnos para poder educarlos de una mejor manera. Por esto implementan varios métodos, logrando que cada uno de los niños sea educado desde su individualidad.

Las maestras mucho antes de comenzar el proceso de educar a estos pequeños, asisten a las clases en el preescolar para poder observar a cada uno e ir reconociendo el temperamento que rige sobre cada individuo. De esta manera logran desarrollar estrategias y métodos tanto de enseñanza, y ubicación.

Para la ubicación en el salón de clases los niños de temperamento sanguíneo y colérico son situados al lado de las ventanas. El sanguíneo al ser muy impaciente y al querer cambiar de actividad rápidamente, la ventana le ayuda mucho para que logre estar tranquilo, al poder distraerse con lo que sucede afuera y en el momento en que se aburre regresa y continua realizando lo que hacia anteriormente. El niño colérico se ubica también al lado de las ventanas para que de alguna manera sienta que lo esta controlando todo, tanto el afuera como el salón. Mientras que al los niños flemáticos y melancólicos se les sitúa en el centro del salón para que estos se sientan más protegidos. Las maestras también siguen el principio homeopático que dice que lo igual cura lo igual, por esto un niño melancólico se hace al lado de otro melancólico para que así se enseñen mutuamente e inconscientemente curen sus debilidades. Lo mismo se hace con los demás temperamentos.

Las maestras reconocen el temperamento de los niños por medio del dibujo. Por ejemplo el temperamento flemático tiende a que sus dibujos sean muy aguados y que al secarse queden con puntitos. En cambio el melancólico es lo contrario, como su elemento es la tierra su dibujo es muy seco y puede llegar a que el papel se dañe y le salgan motitas. El sanguíneo tiende a dibujar totalmente detallado, a demás poner gran cantidad de elementos en este, no coloca una mariposa si no muchísimas y así es con el resto, tiende a dibujar mucho más con amarillo que con el resto de colores. El colérico tiende a dibujar mucho más con el color rojo, además refleja su fortaleza en sus pinturas. En el momento en que los temperamentos dibujan con crayolas o colores donde las figuras ya sean mucho más definidas los melancólicos tiende a dibujar muchos más árboles, en cambio el sanguíneo se esmera en el detalle, dibuja cielos hermosos llenos de pájaros, al dibujar los árboles nos damos cuenta que estos no tiene piso y que las casas casi la mayoría de las veces están en el aire, por el contrario los coléricos si dibujan los árboles arraigados al piso al igual que las casas, la mayoría de las veces tienden a dibujar personas. Los dibujos de los flemáticos tienden a ser en lugares muy tranquilos donde pueden estar en paz con lo que le rodea, los colores que más emplean son la gama de los azules y un poco el color verde.

Una actividad complementaria es la lectura del cuento. En el momento de escoger el cuento, la maestra debe tener en cuenta que la historia contenga los cuatro temperamentos. Esto logra que todos los niños se sientan identificados con aquel cuento que su maestra a llevado para ellos.
Los niños melancólicos se identifican con la historia en el momento en el que el príncipe pasa por momentos difíciles en los que sufre. En cambio los niños sanguíneos recuerdan con felicidad los momentos cuando el príncipe pasa por obstáculos para poder seguir su camino, como escalar grandes rocas, subir a los arboles etc. El niño colérico recuerda cuando el príncipe gana las batallas, cuando este es victorioso y el niño flemático recuerda los banquetes en el castillo.
De esta manera las maestras waldorf se da cuenta con mucha más facilidad que temperamento rige a cada uno de los niños que se encuentra en su salón de clases.

El arte de educar, es construido sobre un verdadero estudio y conocimiento del hombre. Y en concordancia con ello el plan curricular y la pedagogía de trabajo incluye elementos que armonizan el desarrollo ternario: (Pensar, sentir, hacer), Facultades humanas que se han de potencializar a través de una sana intervención pedagógica. El tener en cuenta el temperamento tanto del maestro tutor como el de cada uno de los participantes del salón de clase posibilita un encuentro biodiverso, respetuoso y complementario de los temperamentos y de la individualidad. La aplicación terapéutica en cada clase permite el equilibrio, la armonía, la cohesión que el ser social merece para la creación de colectivos humanos libres, tolerantes, con tacto social y capaces de realizarse en la relación consigo mismo y su entorno.